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CATEGORÍA C

Primer Premio Narrativa

Título: La historia de un pequeño hámster

Autora: Bárbara Calero Paramonova

Había una vez, un pequeño hámster. Vivía en una tienda de mascotas, en una jaula junto

con otros hámsters. No tenía nombre porque todavía no tenía dueño. Al hámster le daban

poca comida, por eso estaba bastante delgado. Casi nunca le daban fruta, y cuando lo

hacían, los demás hámsters se la quitaban y empezaban a pelearse por aquel pequeño

trozo. Aunque en la jaula había muchos hámsters, él se sentía muy solo. Sus compañeros

de jaula no eran sus amigos y se peleaba a menudo. Antes tenía un amigo hámster con el

que se imaginaba que habría fuera de la tienda, pero lo compraron. Ahora lo echaba

mucho de menos.

En la tienda también había varios pájaros, algunos de ellos eran loros, pero al hámster no

le caían bien los loros, estaban todo el día repitiendo lo que decían las personas, y era

bastante molesto.

Lo que más deseaba era que lo comprarán para poder salir de una vez de aquella tienda.

Esperó y esperó, pero el momento no llegaba. La jaula estaba cerca de la ventana, por lo

que podía ver como pasaban los coches, las personas paseaban y los pájaros volaban

alegremente.

Un día, una bonita paloma se asomó a la ventana, el hámster se asustó un poco, ya que

era la primera vez que veía a una paloma tan cerca, pero ella le dijo, - no te preocupes, no

voy a hacerte daño, ni siquiera puedo entrar en esta tienda. Es que nunca he visto un

animal tan raro como tú, y eso que he viajado mucho. ¿Qué eres exactamente?

Él le respondió, - soy un hámster, y supongo que tú eres una paloma, ¿adónde has

viajado?

La paloma le contó que había volado hasta países llamados Francia, Rusia, China,

Inglaterra… A él esos nombres no le sonaban a nada. También le contó en que

maravillosos lugares había estado. El hámster se quedó fascinado, y le pidió a la paloma

que viniese otros días y le siguiese contando cosas sobre sus viajes.

La paloma empezó a venir todos los días y mientras los demás hámsters dormían, él la

escuchaba. Después de haberla escuchado tanto tiempo, él mismo empezó a querer salir

de la jaula y ser libre. Así que él y la paloma empezaron a pensar un plan.

Por la noche, la paloma se coló en la tienda y le abrió la jaula. Cuando el hámster salió de

la tienda se quedó asombrado. Todo era mucho más grande de como le había parecido

desde la ventana. Se sintió diminuto e insignificante. Al verlo así, la paloma le propuso

que se montará en ella. Al principio sintió un poco de vértigo, pero luego se acostumbró.

Cuando miro hacia abajo, le pareció que ahora eran las casas y las personas las que eran

diminutas y no él.

Volar encima de su amiga le parecía asombroso. Después volvieron a bajar a la calle. Se

pasaron la noche viendo los escaparates de las tiendas, subiendo a los árboles e incluso

encontraron algunas pipas por el suelo que el hámster comió encantado y con gran

placer.

Por el día, después de una noche que había sido muy divertida, la paloma le dijo que

tenía que encontrar dueños, y le aseguró que así sería más feliz. Le dijo que conocía a

una niña muy simpática que seguro que le cuidaría. Al principio, el hámster no quiso

renunciar a su libertad, pero luego si dio cuenta de que la paloma tenía razón.

Su nueva dueña le cuidó muy bien, y le daban muchas pipas y frutas. Por lo que se hizo

un poco más gordito y todas las semanas le llevaban con ella al parque para que hablase

con su amiga paloma, a la que estaba muy agradecido.