-Tiene razón, es… crudo –afirmé – si alguna vez necesita algo de ayuda, no dude en
buscarme, son esos edificios en la esquina de esa calle, el 2B- le dije señalando mi
absurdo apartamento en la lejanía.
-¿Por quién debo preguntar?-dijo la mujer.
-Pregunte por Newt- respondí, fue el primer nombre que me vino a la cabeza, sonaba muy
bien- ¿Y usted es?
-Sarah Stevenson, tome mi dirección – y me entregó una tarjeta de visita.
Le agradecí haberme escuchado y me despidió con una sonrisa, fue la primera sonrisa
que me lanzaba y lo último que he visto. Llegué a mi apartamento que se caía a
pedazos.
Una semana más tarde de nuestro encuentro, por fin encontré trabajo. Era muy
peligroso, pero muy bien pagado: albañil de rascacielos. Mis vecinos y mi casero
quedaban asombrados cuando respondía a su pregunta, resultaba sorprendente, según
sus palabras. Gracias a Dios, descubrí que no tenía vértigo y además, las vistas eran
deslumbrantes, y el sueldo era fantástico. Allí conocí a mucha gente, pero la que se
convirtió en una gran amiga fue Sarah. Era fantástica y cuando no lloraba era aún más
bella. Me ayudó mucho y quedábamos siempre en mi apartamento. En uno de estos
encuentros, le pregunté si alguna vez podría visitar su casa y así conocer a sus hijos,
hablaba mucho de ellos. Algunos incluso eran adolescentes, cuando quedábamos,
siempre los dejaba con su madre, según ella.
-Mm… ¡Claro! Son bastante revoltosos pero son muy simpáticos, cuando están quietos-
me respondió, adoptó una voz extraña, notaba un hilo de voz y no me miró en ningún
momento cuando respondió, de todos modos, yo le propuse quedar al día siguiente en la
tarde. Bajé a despedirme de mi invitada en la entrada al edificio, estaba ya bastante lejos
cuando de repente me dijo.
-Bueno, ha sido fantástico volver a verte –exclamó mientras caminaba de nuevo hacia mí.
-Mucho gusto, Sarah- me giré para entrar de nuevo a la casa.
-¡Newt!- me gritó, cuando me di la vuelta, encontré mis labios junto a los suyos.
Era extraño, una mujer que había quedado viuda hace apenas un mes, acababa de
besar a un hombre que ha conocido hace menos de cuatro semanas. Estaba perplejo,
totalmente asombrado, no me resultaba extraño que Sarah me besara, era guapa,
simpática y amable; pero continuaba siendo raro, debido a su situación actual. Se marchó
y descubrí a un hombre sentado en el portal del edificio, le pedí educadamente que se
levantara, era blanco, llevaba sombrero y traje formal oscuro y no despegaba sus manos
de los bolsillos. Probablemente, sería muy rico, su aspecto y ropa lo reflejaban a la
perfección, no sé qué haría un hombre tan refinado en un barrio bajo como el mío.
-Georgie, Georgie, te estás metiendo en un lío, ¿lo sabes bien? – dijo mientras
jugueteaba con su corbata, quedé perplejo con sus palabras.
-Perdone, creo que me ha confundido, que tenga una buena noche- le respondí
intentando terminar esta extraña conversación cuanto antes, comencé a sacar las llaves
de mi bolsillo y a intentar entrar al edificio y olvidar a este individuo.
-No deberías quedar con esa mujer, George. Es… extraña, ¿no crees? Notas algo raro en
su voz, yo no me fiaría de Sarah.
-¿La conoce?- le pregunté al hombre que me llamaba George, ¿y si ese era realmente mi
nombre?
El hombre asintió con la cabeza y me dirigió una sonrisa que le hacía aún más extraño.
-Sarah es peligrosa, ha perdido la cabeza. Conozco a su familia y no son buena gente,
eso te lo puedo asegurar.
-¿Conoció a Thomas? – le dije intentando parecer afligido.
-¿Quién es Thomas?
-¿No decía que la conocía? Thomas fue el marido de Sarah, murió hace un mes.
-El marido de Sarah murió hace 5 años, George, no eres el primero que cae en sus redes.